El Presidente cayó en la trampa.
Zhenli Ye Gon se convirtió en el Principio de Peter del análisis prospectivo para la Presidencia, y le abrió la puerta para que Estados Unidos le conceda el asilo político.
Maestro en la propaganda y con trainformación, Ye Ning, el abogado en Estados Unidos del empresario mexicano de origen chino Zhenli Ye Gon, jugó con el colectivo imaginario mexicano. Durante semanas administró las expectativas sobre presuntas revelaciones que harían temblar al gobierno mexicano, montándose en el morbo de la prensa y la inagotable inteligencia emocional de los mexicanos que este miércoles, cuando esperaban llegar a la cumbre del escándalo, se toparon con nada. La decepción por lo que no fue ha sido profunda. Charlatán, le empiezan a decir a Ye Ning, timó a la nación. Tienen razón. El abogado los engañó a todos, pero a su cliente le entregó lo que puede ser su salvoconducto en Estados Unidos.
Ye Ning manipuló a los medios, particularmente a los electrónicos, y a la clase política opositora al presidente Felipe Calderón, que colectivamente le ayudaron en su cometido: provocar al gobierno y construir un caso legal en aquel país para pedir el asilo político de quien, en México, es acusado de narcotráfico. El abogado, que tiene entre sus especializaciones el litigio mediático para apoyar sus batallas en las cortes para lograr que inmigrantes chinos sean aceptados en Estados Unidos como refugiados políticos, se apuntó un rotundo éxito.
El primero que cayó en la provocación fue el secretario de Trabajo, Javier Lozano, quien se sintió herido en lo personal cuando lo señaló Ye Gon de haber sido quien le dio más de 205 millones de dólares para la campaña presidencial del PAN el año pasado y lo amenazó de muerte. Su exacerbado comportamiento para limpiar su imagen pública provocó preocupación en Los Pinos, pero lo avaló para que se quitara el traje de funcionario y se pusiera el de ciudadano para ir a Nueva York a iniciar una demanda por difamación contra Ye Gon y su abogado. Algo en el último minuto lo detuvo y Lozano decidió no demandarlo y exigir sólo una rectificación pública.
La actitud de Lozano Alarcón no ayudó suficientemente al caso de Ye Gon, pero el presidente Calderón se encargó de repararlo. El lunes pasado, durante una conferencia de prensa, Calderón declaró contundentemente: “Este señor estará en la cárcel”. Ye Ning no necesita mucho más para alegar en las cortes estadounidenses que su cliente no podrá recibir un juicio imparcial en los tribunales mexicanos, y documentar que el sistema judicial en México está contaminado por la política, en especial por el poder presidencial. Los ejemplos de chivos expiatorios de cada sexenio para permitir al presidente entrante deslindarse de su antecesor, han sido ampliamente tratados por la prensa impresa. Al perder el temple, Calderón cayó en la trampa de Ye Ning.
Parece mentira la pedestre manera como el gobierno administró la crisis. Ye Ning les colocó minas de profundidad y cayeron en todas. En Los Pinos sabían los antecedentes del abogado estadounidense y tenían información de que ha sido defensor de miembros de las triadas chinas que buscan asilo político en aquel país. Pero también tenían otras claves que debieron haberlos conducido a otro tipo de análisis y desarrollar escenarios que penetraran la cortina de humo de las acusaciones públicas iniciales sobre el dinero para la campaña presidencial y la imputación a su secretario de Trabajo. Esas claves están directamente relacionadas con el papel que han venido jugando las agencias judiciales y de inteligencia estadounidenses en la protección de Ye Gon.
Ye Ning no parece estar nada lejano de ese proyecto. A lo largo de su historia ha sido un denostador profesional del régimen de Pekín, mediante la diseminación de propaganda y de acusaciones sistemáticas sobre violación de derechos humanos en China. Adicionalmente, es abogado de la secta Falun Gong, que se ha convertido en una dolorosa piedra en el zapato del gobierno chino por su oposición escenográfica al régimen, que ha llevado a algunos de sus militantes a inmolarse en las calles ante las cámaras de la televisión occidental. Aunque no se ha documentado algún vínculo orgánico, Falun Gong sirve perfectamente a los intereses de la CIA que, en el caso de Ye Gon, había informado al gobierno mexicano que Washington sospechaba que la filial de su empresa en Hong Kong, era un frente del gobierno chino.
La actuación de los servicios de inteligencia estadounidense en el caso de Ye Gon es otra de las claves que debían haber puesto en alerta a Los Pinos sobre las intenciones reales de Ye Ning. Si en efecto piensan en Washington de la relación de funcionarios chinos con el narcotráfico de seudoefedrina para fabricar drogas sintéticas de Ye Gon, el empresario es un activo muy valioso para el gobierno estadounidense al ser posible que les diga, a cambio del asilo político, quiénes y en qué niveles hay funcionarios de Pekín metidos en el negocio ilegal de las drogas. Esta información, dentro del juego geoestratégico mundial, sería altamente valorada.
Pero la CIA se ha estado deslindando repetidamente del caso de Ye Gon, y en sus conversaciones al más alto nivel del gobierno mexicano, el jefe de Estación de la compañía en México aseguró, de acuerdo con funcionarios mexicanos, que a Ye Gon lo está protegiendo la DEA —con quien mantiene un eterno conflicto presupuestal— y que por tratarse de un asunto doméstico, ellos no pueden intervenir.
La DEA, en efecto, ha estado muy reticente a colaborar con el gobierno mexicano. Hizo caso omiso a las peticiones de ubicación de Ye Gon, y luego soslayó una solicitud verbal del procurador Eduardo Medina Mora a sus contrapartes en Washington, cuando les informó que el prófugo de la justicia mexicana estaba viviendo en San Francisco. Ni la DEA ni el FBI, que también participa en el caso de Ye Gon, hicieron nada. El chino-mexicano reapareció en Nueva York en una entrevista a modo con la agencia AP, y se movió a Vancouver. El gobierno mexicano no sabe dónde está actualmente, porque Washing-ton tampoco le dijo el origen de la llamada telefónica de tres horas consecutivas de Ye Gon para participar en la conferencia de prensa el miércoles. Tampoco ha hecho nada la DEA para acelerar la extradición de Ye Gon, alegando deficiencias en los trámites del pedido.
El gobierno mexicano está metido en un embrollo profundo y real, en el que se metió por no leer correctamente la estrategia de Ye Ning. Ahora, al caer en las trampas chinas, se abrió la posibilidad de que Ye Gon acceda al asilo político y que la DEA —al alegar que dio el tip que permitió a la PGR decomisar un cargamento de 19 toneladas de seudoefedrina en diciembre— se considere merecedora de una parte de los más de 205 millones de dólares encontrados en la casa del empresario.
Los errores en diagnóstico y escenarios pueden hacer que México se quede sin Ye Gon y sin una parte de su dinero. Es decir, si el presidente Calderón pensaba que ya le estaban dando la vuelta a este episodio, en realidad apenas comienza, aunque digan lo contrario.
Estrictamente personal.
Raymundo Riva Palacio.
Zhenli Ye Gon se convirtió en el Principio de Peter del análisis prospectivo para la Presidencia, y le abrió la puerta para que Estados Unidos le conceda el asilo político.
Maestro en la propaganda y con trainformación, Ye Ning, el abogado en Estados Unidos del empresario mexicano de origen chino Zhenli Ye Gon, jugó con el colectivo imaginario mexicano. Durante semanas administró las expectativas sobre presuntas revelaciones que harían temblar al gobierno mexicano, montándose en el morbo de la prensa y la inagotable inteligencia emocional de los mexicanos que este miércoles, cuando esperaban llegar a la cumbre del escándalo, se toparon con nada. La decepción por lo que no fue ha sido profunda. Charlatán, le empiezan a decir a Ye Ning, timó a la nación. Tienen razón. El abogado los engañó a todos, pero a su cliente le entregó lo que puede ser su salvoconducto en Estados Unidos.
Ye Ning manipuló a los medios, particularmente a los electrónicos, y a la clase política opositora al presidente Felipe Calderón, que colectivamente le ayudaron en su cometido: provocar al gobierno y construir un caso legal en aquel país para pedir el asilo político de quien, en México, es acusado de narcotráfico. El abogado, que tiene entre sus especializaciones el litigio mediático para apoyar sus batallas en las cortes para lograr que inmigrantes chinos sean aceptados en Estados Unidos como refugiados políticos, se apuntó un rotundo éxito.
El primero que cayó en la provocación fue el secretario de Trabajo, Javier Lozano, quien se sintió herido en lo personal cuando lo señaló Ye Gon de haber sido quien le dio más de 205 millones de dólares para la campaña presidencial del PAN el año pasado y lo amenazó de muerte. Su exacerbado comportamiento para limpiar su imagen pública provocó preocupación en Los Pinos, pero lo avaló para que se quitara el traje de funcionario y se pusiera el de ciudadano para ir a Nueva York a iniciar una demanda por difamación contra Ye Gon y su abogado. Algo en el último minuto lo detuvo y Lozano decidió no demandarlo y exigir sólo una rectificación pública.
La actitud de Lozano Alarcón no ayudó suficientemente al caso de Ye Gon, pero el presidente Calderón se encargó de repararlo. El lunes pasado, durante una conferencia de prensa, Calderón declaró contundentemente: “Este señor estará en la cárcel”. Ye Ning no necesita mucho más para alegar en las cortes estadounidenses que su cliente no podrá recibir un juicio imparcial en los tribunales mexicanos, y documentar que el sistema judicial en México está contaminado por la política, en especial por el poder presidencial. Los ejemplos de chivos expiatorios de cada sexenio para permitir al presidente entrante deslindarse de su antecesor, han sido ampliamente tratados por la prensa impresa. Al perder el temple, Calderón cayó en la trampa de Ye Ning.
Parece mentira la pedestre manera como el gobierno administró la crisis. Ye Ning les colocó minas de profundidad y cayeron en todas. En Los Pinos sabían los antecedentes del abogado estadounidense y tenían información de que ha sido defensor de miembros de las triadas chinas que buscan asilo político en aquel país. Pero también tenían otras claves que debieron haberlos conducido a otro tipo de análisis y desarrollar escenarios que penetraran la cortina de humo de las acusaciones públicas iniciales sobre el dinero para la campaña presidencial y la imputación a su secretario de Trabajo. Esas claves están directamente relacionadas con el papel que han venido jugando las agencias judiciales y de inteligencia estadounidenses en la protección de Ye Gon.
Ye Ning no parece estar nada lejano de ese proyecto. A lo largo de su historia ha sido un denostador profesional del régimen de Pekín, mediante la diseminación de propaganda y de acusaciones sistemáticas sobre violación de derechos humanos en China. Adicionalmente, es abogado de la secta Falun Gong, que se ha convertido en una dolorosa piedra en el zapato del gobierno chino por su oposición escenográfica al régimen, que ha llevado a algunos de sus militantes a inmolarse en las calles ante las cámaras de la televisión occidental. Aunque no se ha documentado algún vínculo orgánico, Falun Gong sirve perfectamente a los intereses de la CIA que, en el caso de Ye Gon, había informado al gobierno mexicano que Washington sospechaba que la filial de su empresa en Hong Kong, era un frente del gobierno chino.
La actuación de los servicios de inteligencia estadounidense en el caso de Ye Gon es otra de las claves que debían haber puesto en alerta a Los Pinos sobre las intenciones reales de Ye Ning. Si en efecto piensan en Washington de la relación de funcionarios chinos con el narcotráfico de seudoefedrina para fabricar drogas sintéticas de Ye Gon, el empresario es un activo muy valioso para el gobierno estadounidense al ser posible que les diga, a cambio del asilo político, quiénes y en qué niveles hay funcionarios de Pekín metidos en el negocio ilegal de las drogas. Esta información, dentro del juego geoestratégico mundial, sería altamente valorada.
Pero la CIA se ha estado deslindando repetidamente del caso de Ye Gon, y en sus conversaciones al más alto nivel del gobierno mexicano, el jefe de Estación de la compañía en México aseguró, de acuerdo con funcionarios mexicanos, que a Ye Gon lo está protegiendo la DEA —con quien mantiene un eterno conflicto presupuestal— y que por tratarse de un asunto doméstico, ellos no pueden intervenir.
La DEA, en efecto, ha estado muy reticente a colaborar con el gobierno mexicano. Hizo caso omiso a las peticiones de ubicación de Ye Gon, y luego soslayó una solicitud verbal del procurador Eduardo Medina Mora a sus contrapartes en Washington, cuando les informó que el prófugo de la justicia mexicana estaba viviendo en San Francisco. Ni la DEA ni el FBI, que también participa en el caso de Ye Gon, hicieron nada. El chino-mexicano reapareció en Nueva York en una entrevista a modo con la agencia AP, y se movió a Vancouver. El gobierno mexicano no sabe dónde está actualmente, porque Washing-ton tampoco le dijo el origen de la llamada telefónica de tres horas consecutivas de Ye Gon para participar en la conferencia de prensa el miércoles. Tampoco ha hecho nada la DEA para acelerar la extradición de Ye Gon, alegando deficiencias en los trámites del pedido.
El gobierno mexicano está metido en un embrollo profundo y real, en el que se metió por no leer correctamente la estrategia de Ye Ning. Ahora, al caer en las trampas chinas, se abrió la posibilidad de que Ye Gon acceda al asilo político y que la DEA —al alegar que dio el tip que permitió a la PGR decomisar un cargamento de 19 toneladas de seudoefedrina en diciembre— se considere merecedora de una parte de los más de 205 millones de dólares encontrados en la casa del empresario.
Los errores en diagnóstico y escenarios pueden hacer que México se quede sin Ye Gon y sin una parte de su dinero. Es decir, si el presidente Calderón pensaba que ya le estaban dando la vuelta a este episodio, en realidad apenas comienza, aunque digan lo contrario.
Estrictamente personal.
Raymundo Riva Palacio.
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