Durante meses los poderes fácticos de México buscaron una quinta candidatura presidencial que pudiera enfrentar a Andrés Manuel López Obrador
El capítulo más desconocido de la guerra por la Presidencia en 2006 es, a la vez, el episodio más dramático de cómo los verdaderos poderes fácticos de México entraron en pánico cuando Cuauhtémoc Cárdenas “coqueteó” con el Partido del Trabajo (PT) para ser su abanderado en la contienda presidencial, y tras encenderse sus botones de alarma, buscaron una quinta candidatura para evitar que Andrés Manuel López Obrador llegara al poder.
Los poderes fácticos reales en México son los dueños del capital y de la Bolsa Mexicana de Valores. Son los capitanes de la industria, los que modulan el comportamiento y los patrones de consumo de 100 millones de mexicanos. Son los que meten dinero a campañas y secan otras; los que construyen a políticos y quienes los desechan. Juegan con todos e inyectan dinero a sus campañas, pero en el momento de la verdad únicamente se comprometen con aquel que les proveerá del ambiente de negocios más estable que les permita seguir acumulando dinero.
Esa élite empresarial estaba preocupada desde 2005, ante la posibilidad de que el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, ganara la candidatura del PAN. Su lógica se sustentaba en las dinámicas del poder en México, donde son los núcleos de poder y sus agentes los que mueven a los políticos conforme a sus intereses. Creel era la cara de uno de esos grupos de poder, cuyo operador con la clase política era el ex presidente Carlos Salinas. No eran amenaza para las élites empresariales, al contrario. El que el candidato del PRI, Roberto Madrazo, también representara los mismos grupos era un problema estratégico. Al estar Creel y Madrazo cortados por la misma tijera, el equilibrio de poder en el país se rompería, otorgando ventajas políticas a López Obrador en la elección presidencial.
Pero Creel, que era impulsado por el ex presidente Vicente Fox, cometió el error de la soberbia y no trabajó dentro del PAN por la candidatura. Pocas semanas antes de la elección interna en ese partido, las élites de poder ya sabían que Felipe Calderón ganaría la candidatura. Las élites descansaron, y comenzaron su juego sexenal. Se empezaron a tender los puentes con Calderón, de la misma forma como se intensificó el acercamiento con López Obrador. Madrazo, a quien todavía al empezar la campaña veían con buenos ojos por un buen arranque que le hizo ganar cinco puntos en las preferencias de voto en diciembre de 2005, se fue cayendo poco a poco. Su suicidio político había empezado con el ofrecimiento a la élite empresarial de que la segunda era de un México boyante sería con un gobierno del PRI, ofreciéndoles un paraíso empresarial que, objetivamente hablando, iba a ser imposible de cumplir. Ni él ni nadie tenían los recursos políticos del viejo régimen para decidir en forma autoritaria el destino del país.
La certidumbre de la élite empresarial se rompió cuando el PT entró en pláticas con Cárdenas para que aceptara ser su candidato a la Presidencia. Cárdenas había roto con López Obrador en 2003, y llegó a “coquetear” con la posibilidad de desafiarlo en la búsqueda de la candidatura del PRD. No tenía ninguna posibilidad y él mismo dio pasos para atrás hasta que se le acercó el PT y trabajó con él la eventualidad de la candidatura. La difusión de esa posibilidad sacudió a las élites empresariales, quienes vieron en la irrupción de Cárdenas en la contienda, con la cuarta candidatura real a la Presidencia, un desequilibrio que colocaría la elección fuera de control para todos. Con cuatro candidaturas fuertes, pensaban, el 2 de julio sería una monumental apuesta, algo muy ajeno a sus deseos e intereses, porque son escenarios en los que no tienen posibilidad de influir, modular o modificar. Irían a buscar una quinta candidatura que ayudara a restaurar el equilibrio.
Los grupos empresariales encontraron que en la misma disyuntiva estaban otros grupos de presión importantes para el 2 de julio, en particular el magisterio oficial, con la maestra Elba Esther Gordillo a la cabeza, a quien tampoco le agradaba que la contienda por la Presidencia entrara en un túnel de incertidumbre, en función de los intereses de su grupo. La suma de preocupaciones llevó a que los poderes fácticos comenzaran a hablar con dos posibles aspirantes a la quinta candidatura. Al pensar en escenarios, el equipo de la maestra encargó a un despacho en Washington el estudio de cuánto costaría una candidatura, a partir de cero, con plenas posibilidades de ganar la Presidencia. La respuesta fue 540 millones de dólares. No se avanzó en ese camino, y se pensó en arroparla bajo el registro de Convergencia. El responsable de conseguirla fue el empresario regiomontano Alfonso Romo, quien ofreció pagarle varios millones de dólares al líder de ese partido, Dante Delgado, para que les dejara a los empresarios la unción de su candidato.
Los prospectos que vieron las élites fueron el ex gobernador de Sonora Eduardo Bours y el ex secretario de Hacienda Pedro Aspe, con quienes sostuvieron reuniones los representantes de las élites en el hotel Royal, al sur de la ciudad de México.
Para Bours era más difícil dejar Sonora a la mitad de su mandato, y Aspe, que se había mostrado reacio a la propuesta, cuando vio que Cárdenas podría ser el candidato del PT, entendió el fondo de la estrategia y sin decir que sí nunca, jamás dijo que no. Cuando Cárdenas decidió no aceptar la propuesta del PT, lo primero que hizo Aspe fue sumarse a la coordinación del equipo económico de Madrazo en el PRI, con el aparente propósito de evitar nuevas presiones.
De cualquier forma se buscó un aspirante que, visto en aquel momento, pudiera enfrentar a López Obrador. Fue cuando salió el nombre del rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, animado por un grupo muy importante de empresarios, pero seducido también por López Obrador. No obstante, hubo un ofrecimiento formal de la candidatura realizado por Gordillo. De la Fuente y Gordillo se reunieron en secreto, en la casa de la maestra, después de complicadas negociaciones por teléfonos seguros. Cuando le ofreció la candidatura, De la Fuente respondió que la única forma en que aceptaría sería bajo el sello del PRI, y con la renuncia de Madrazo por delante. Ahí se sepultó esa posibilidad.
En abril, con los empresarios regresando a una etapa de menos alarma pero sin dejar de tener incertidumbre, Calderón formalizó la alianza con Gordillo, quien ordenó al magisterio el apoyo al panista y tomó la decisión de bajar al máximo el perfil del candidato de su partido, Nueva Alianza, Roberto Campa, para que no llegara a restar votos a Calderón, desarrollando la exitosa campaña de “uno de tres”. Para entonces, Madrazo se había desfondado y la contienda sería sólo entre dos. Eliminando los ruidos a Calderón que le produciría Campa, condujeron la contienda hacia una lucha acotada a López Obrador. Los empresarios volvieron a respirar.
Estrictamente personal.
Raymundo Riva Palacio.
El capítulo más desconocido de la guerra por la Presidencia en 2006 es, a la vez, el episodio más dramático de cómo los verdaderos poderes fácticos de México entraron en pánico cuando Cuauhtémoc Cárdenas “coqueteó” con el Partido del Trabajo (PT) para ser su abanderado en la contienda presidencial, y tras encenderse sus botones de alarma, buscaron una quinta candidatura para evitar que Andrés Manuel López Obrador llegara al poder.
Los poderes fácticos reales en México son los dueños del capital y de la Bolsa Mexicana de Valores. Son los capitanes de la industria, los que modulan el comportamiento y los patrones de consumo de 100 millones de mexicanos. Son los que meten dinero a campañas y secan otras; los que construyen a políticos y quienes los desechan. Juegan con todos e inyectan dinero a sus campañas, pero en el momento de la verdad únicamente se comprometen con aquel que les proveerá del ambiente de negocios más estable que les permita seguir acumulando dinero.
Esa élite empresarial estaba preocupada desde 2005, ante la posibilidad de que el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, ganara la candidatura del PAN. Su lógica se sustentaba en las dinámicas del poder en México, donde son los núcleos de poder y sus agentes los que mueven a los políticos conforme a sus intereses. Creel era la cara de uno de esos grupos de poder, cuyo operador con la clase política era el ex presidente Carlos Salinas. No eran amenaza para las élites empresariales, al contrario. El que el candidato del PRI, Roberto Madrazo, también representara los mismos grupos era un problema estratégico. Al estar Creel y Madrazo cortados por la misma tijera, el equilibrio de poder en el país se rompería, otorgando ventajas políticas a López Obrador en la elección presidencial.
Pero Creel, que era impulsado por el ex presidente Vicente Fox, cometió el error de la soberbia y no trabajó dentro del PAN por la candidatura. Pocas semanas antes de la elección interna en ese partido, las élites de poder ya sabían que Felipe Calderón ganaría la candidatura. Las élites descansaron, y comenzaron su juego sexenal. Se empezaron a tender los puentes con Calderón, de la misma forma como se intensificó el acercamiento con López Obrador. Madrazo, a quien todavía al empezar la campaña veían con buenos ojos por un buen arranque que le hizo ganar cinco puntos en las preferencias de voto en diciembre de 2005, se fue cayendo poco a poco. Su suicidio político había empezado con el ofrecimiento a la élite empresarial de que la segunda era de un México boyante sería con un gobierno del PRI, ofreciéndoles un paraíso empresarial que, objetivamente hablando, iba a ser imposible de cumplir. Ni él ni nadie tenían los recursos políticos del viejo régimen para decidir en forma autoritaria el destino del país.
La certidumbre de la élite empresarial se rompió cuando el PT entró en pláticas con Cárdenas para que aceptara ser su candidato a la Presidencia. Cárdenas había roto con López Obrador en 2003, y llegó a “coquetear” con la posibilidad de desafiarlo en la búsqueda de la candidatura del PRD. No tenía ninguna posibilidad y él mismo dio pasos para atrás hasta que se le acercó el PT y trabajó con él la eventualidad de la candidatura. La difusión de esa posibilidad sacudió a las élites empresariales, quienes vieron en la irrupción de Cárdenas en la contienda, con la cuarta candidatura real a la Presidencia, un desequilibrio que colocaría la elección fuera de control para todos. Con cuatro candidaturas fuertes, pensaban, el 2 de julio sería una monumental apuesta, algo muy ajeno a sus deseos e intereses, porque son escenarios en los que no tienen posibilidad de influir, modular o modificar. Irían a buscar una quinta candidatura que ayudara a restaurar el equilibrio.
Los grupos empresariales encontraron que en la misma disyuntiva estaban otros grupos de presión importantes para el 2 de julio, en particular el magisterio oficial, con la maestra Elba Esther Gordillo a la cabeza, a quien tampoco le agradaba que la contienda por la Presidencia entrara en un túnel de incertidumbre, en función de los intereses de su grupo. La suma de preocupaciones llevó a que los poderes fácticos comenzaran a hablar con dos posibles aspirantes a la quinta candidatura. Al pensar en escenarios, el equipo de la maestra encargó a un despacho en Washington el estudio de cuánto costaría una candidatura, a partir de cero, con plenas posibilidades de ganar la Presidencia. La respuesta fue 540 millones de dólares. No se avanzó en ese camino, y se pensó en arroparla bajo el registro de Convergencia. El responsable de conseguirla fue el empresario regiomontano Alfonso Romo, quien ofreció pagarle varios millones de dólares al líder de ese partido, Dante Delgado, para que les dejara a los empresarios la unción de su candidato.
Los prospectos que vieron las élites fueron el ex gobernador de Sonora Eduardo Bours y el ex secretario de Hacienda Pedro Aspe, con quienes sostuvieron reuniones los representantes de las élites en el hotel Royal, al sur de la ciudad de México.
Para Bours era más difícil dejar Sonora a la mitad de su mandato, y Aspe, que se había mostrado reacio a la propuesta, cuando vio que Cárdenas podría ser el candidato del PT, entendió el fondo de la estrategia y sin decir que sí nunca, jamás dijo que no. Cuando Cárdenas decidió no aceptar la propuesta del PT, lo primero que hizo Aspe fue sumarse a la coordinación del equipo económico de Madrazo en el PRI, con el aparente propósito de evitar nuevas presiones.
De cualquier forma se buscó un aspirante que, visto en aquel momento, pudiera enfrentar a López Obrador. Fue cuando salió el nombre del rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, animado por un grupo muy importante de empresarios, pero seducido también por López Obrador. No obstante, hubo un ofrecimiento formal de la candidatura realizado por Gordillo. De la Fuente y Gordillo se reunieron en secreto, en la casa de la maestra, después de complicadas negociaciones por teléfonos seguros. Cuando le ofreció la candidatura, De la Fuente respondió que la única forma en que aceptaría sería bajo el sello del PRI, y con la renuncia de Madrazo por delante. Ahí se sepultó esa posibilidad.
En abril, con los empresarios regresando a una etapa de menos alarma pero sin dejar de tener incertidumbre, Calderón formalizó la alianza con Gordillo, quien ordenó al magisterio el apoyo al panista y tomó la decisión de bajar al máximo el perfil del candidato de su partido, Nueva Alianza, Roberto Campa, para que no llegara a restar votos a Calderón, desarrollando la exitosa campaña de “uno de tres”. Para entonces, Madrazo se había desfondado y la contienda sería sólo entre dos. Eliminando los ruidos a Calderón que le produciría Campa, condujeron la contienda hacia una lucha acotada a López Obrador. Los empresarios volvieron a respirar.
Estrictamente personal.
Raymundo Riva Palacio.
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