Itinerario Político
Ricardo Alemán
13 de noviembre de 2006
Los errores de López Obrador fueron determinantes en la derrota del PRD el 2 de julio. ¿Qué pasó? Que nadie, y menos AMLO, quiso ver el problema
A cuatro meses del proceso electoral del 2 de julio pasado, se valora, analiza y hasta se ejerce una débil autocrítica de lo ocurrido en ese controvertido proceso. El bocado más apetitoso es -por las expectativas de triunfo que abrazó meses antes de la elección- el fenómeno político, electoral y social que llevó a la derrota al otrora "indestructible", al gallo que "no le quitaron" ni una pluma.
El primero en ocuparse del tema fue Marcos Bucio, ex priísta especialista en fenómenos político-electorales, estratega en su momento del ex candidato presidencial Francisco Labastida y autor de un libro sobre esa derrota electoral. Su primera conclusión sobre lo ocurrido en la campaña del candidato López Obrador es que el aspirante de la coalición Por el Bien de Todos fue víctima de sus propios errores, de su guerra personal con el presidente Fox, de su discurso agresivo al poder, a los empresarios, a sus críticos y, sobre todo, a la soberbia que le hizo suponer que la popularidad lo era todo, que era indestructible por obra y gracia "del pueblo".
Bucio señala que AMLO concentró todo el poder político de su campaña, no escuchaba a nadie, rechazó el uso de los medios electrónicos como estrategia de campaña y cerró ojos y oídos a las voces que le advertían y demostraban que se cometían errores que, al final de cuentas, le costaron 10 puntos porcentuales en cinco meses, casi 5 millones de votos.
Recientemente apareció una investigación periodística presentada al público en el libro: La victoria que no fue. López Obrador, entre la guerra sucia y la soberbia (Grijalbo), preparado por los periodistas Óscar Camacho Guzmán y Alejandro Almazán, quienes abundan en las causas del fracaso político y electoral del tabasqueño. En 210 páginas los reporteros ofrecen testimonios que permiten reconstruir uno a uno los errores de López Obrador, y la guerra política desatada en su contra con todo el peso del Estado, hasta llegar a la conclusión de que en "la victoria que no fue" contribuyeron tanto los efectos de esa guerra como los errores de AMLO. Acaso lo segundo pesó más sobre lo primero.
Soberbia, arrogancia, mesianismo, desprecio a la prensa y a los periodistas que no pensaban como él, centralización de la campaña, no ver ni escuchar, relegar a la izquierda y a la estructura del PRD, excesos de confianza en sus más cercanos y oídos sordos a los conocedores del tema; guerras verbales contra el presidente Fox y los empresarios, creencia ciega en la popularidad, negación del valor estratégico de la televisión y la radio, negar el descrédito por el acarreo de lo peor del PRI y rechazo a todo lo que fuera izquierda institucional marcaron, entre muchos otros factores, las claves de la derrota electoral de López Obrador.
Con motivo del octavo pleno del Consejo Nacional del PRD -que a puerta cerrada se llevó a cabo el pasado fin de semana-, la dirigencia de ese partido conoció una primera evaluación autocrítica de los resultados del 2 de julio. Y para sorpresa de muchos -perredistas, simpatizantes y enamorados del ex candidato- se llegó a una conclusión casi idéntica a las alcanzadas por Marcos Bucio en su análisis, y por Óscar Camacho y Alejandro Almazán en su libro: los errores de AMLO fueron determinantes en la derrota del PRD. ¿Qué pasó? Que nadie, y menos AMLO, quiso ver que el problema del candidato López Obrador era el político ensoberbecido por la popularidad, llamado López Obrador. Y las señales estaban a la vista de todos. El 5 de abril dijimos en este espacio: "El Peje por la boca muere", ya que "paga el precio de una campaña electoral construida a partir de ocurrencias, del incierto ´olfato político´, la soberbia y el mesianismo". El 10 de ese mismo mes advertimos del "nerviosismo de AMLO", quien luego del negativo "fenómeno chachalaca" respondió con estiércol a la "guerra sucia" del PAN.
El Itinerario Político del 18 de mayo se tituló "Olor a derrota". Y es que ese olor, el de la derrota, se había pegado en la piel de AMLO y sus leales, se les metió hasta los huesos y les trastornó los sentidos. Se resumió así el fenómeno que estaba a la vista de todos: "El mayor problema del candidato de la llamada izquierda institucional es el propio López Obrador. Y es que en ese largo y sinuoso camino de cinco años de campaña dejó cadáveres políticos por todas partes.
"Sacrificó aliados fundamentales, rompió con la dinastía de los Cárdenas, asaltó al partido, al PRD, al que impuso dirigencia y candidatos indeseables; insultó y peleó con el Presidente, con los banqueros, empresarios y con grupos civiles que cuestionaron la inseguridad. Insultó y desprestigio a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, intentó destruir la confianza en el IFE y el Tribunal Electoral. Es el jefe del PRD, de campaña, de la izquierda, de la coalición, el único estratega, el creativo, el publicista, el vocero. Niega las encuestas, la razón y el sentido común, niega sus errores y flancos débiles y terminó por negarse a sí mismo. Huele a derrota, pero parece tarde. Al tiempo". Y el tiempo lo confirmó. Por la boca murió.