miércoles, agosto 06, 2008

Formas del Amor


por Fernanda.

El amor puede tomar distintas formas, dependiendo del objeto amado, pero aquí me referiré al amor de pareja, ése en pos del cual caminamos por la vida, esperando un día toparnos casualmente con él…

Como para todo, uno ha de prepararse para ese encuentro, que no resulta ser tan fortuito como podamos imaginar: Antes de nada, debemos de estar a gusto en nuestra propia piel, aceptando quienes somos y qué vivencias nos han dado forma; también es importante conocer lo que anhelamos en la vida, qué sentido le queremos dar…sólo entonces estaremos en disposición de entregarnos al descubrimiento de otra persona de forma espontánea y sin miedo a defraudar, porque seremos transparentes y no actuaremos movidos sino por las ganas de crecer al lado de alguien que nos complete y con el que podamos compartir un camino común.

El emparejamiento en el fondo no es casual, ya que la persona que nos haga vibrar posiblemente estará en unas condiciones similares a la nuestras y podremos establecer una relación de igualdad que nos equilibre personalmente aun más y nos incite a vivir cada día mirando alrededor con ojos nuevos, con ilusión de mejorar para poder dar lo óptimo que llevamos a nuestra pareja, sin esperar nada a cambio de manera estrictamente recíproca…

Tampoco es ningún secreto el que una relación se forja en el día a día, sin dar por hecho las cosas y expresando cómo nos sentimos en los momentos buenos y en los menos buenos, con el fin de aumentar el grado de complicidad y de conseguir así remontar los obstáculos que van surgiendo y que pueden resultar insalvables de no haber consolidado un buen entendimiento desde el principio…

Porque al principio, cuando damos con una persona que juzgamos maravillosa, cuando el enamoramiento nos sorprende y nos encontramos literalmente colgados de esa sensación de encandilamiento, vivimos en una especie de burbuja aislada del resto del mundo: no alberga nuestra mente espacio más que para dedicarlo a rememorar cualquier instante vivido junto a ese ser que nos ha deslumbrado, se desvanece todo lo demás y sobre la faz de la tierra sólo estamos los dos; los momentos compartidos son sublimes y nos sentimos en la cima del mundo, capaces de las mayores proezas y dispuestos a entregarlo todo, hasta el punto de dar la vida por el ser amado…incluso pensamos que la vida no tiene sentido sin nuestro “otro yo”.

La dependencia del ser amado se obvia en nuestro cerebro, aunque es evidente, pero tan buscada, que no nos causa mal alguno el desear constantemente su compañía y su calor… Esta época es realmente una sinfonía de emociones, experimentamos la vida de manera intensa y valoramos cosas antes ignoradas, el hecho más insignificante puede resultar bello…soñamos con prolongar ese estado de éxtasis permanente…

Probablemente esa combinación única de química y locura vaya transformándose inevitablemente, puesto que poco a poco la novedad y la curiosidad iniciales dejan paso a un conocimiento más profundo de la otra persona, a la aceptación de comportamientos y rasgos de carácter que al principio pasábamos por alto, sin que eso implique nada negativo, más bien al contrario: se enriquece aun más la relación, porque se va cimentando sobre una realidad más “objetiva” (siempre sesgada, como es lógico, puesto que cada persona juzga bajo su propio prisma) se establecen unos vínculos más fuertes y duraderos, basados en el verdadero amor entre dos personas que saben quiénes son y lo que quieren hacer juntos.

Sin duda, todo lo que se pueda escribir sobre el amor es válido, cada individuo lo experimenta a su manera…pero sin la capacidad de amarse a sí mismo primero, es difícil que uno sea capaz de la entrega que requiere el verdadero amor, ése que no entiende más que de cariño, comprensión y respeto hacia tu pareja.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ME ENCANTÓ... GRACIAS!!!