por Manuel Acuña.
¡Cuan hermosa es la muerta! Exuberante
Su desnudez sobre la losa brilla;
Yo la contemplo pálido y jadeante
Y tiembla entre mis manos la cuchilla.
El profesor que la ocasión bendice
de poder explicar algo muy bueno
a mí se acerca y con placer me dice:
-Hagale usted la amputación del seno.
Yo que siempre guarde por la belleza
fanatismos de pobre enamorado,
-Perdonadme- le dije con tristeza-,
pero esa operación se me ha olvidado.
Se burlaron de mí los compañeros;
Ganó una falla mi lección concisa,
Ví en la faz del maestro surcos fieros,
y en la faz de la muerta una sonrisa.
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