por BenFiles & EL UNIVERSAL.
Como todo ingeniero en computación soy FAN de Steve Jobs. Así que me permito reproducir este artículo del UNIVERSAL. Demasiado bueno y demasiado cierto.
La genialidad de la insensatez
Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón…
Alejandro Irigoyen
El Universal
Sábado 17 de enero de 2009
alejandro.irigoyen@eluniversal.com.mx
La frase: “Los pasos de los grandes hombres son como los truenos que hacen retumbar la historia” se convierte en una etiqueta muy pesada que realmente pocos pueden cargar. No es el caso de Steve Jobs, al que le queda como anillo al dedo.
Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón…
Alejandro Irigoyen
El Universal
Sábado 17 de enero de 2009
alejandro.irigoyen@eluniversal.com.mx
La frase: “Los pasos de los grandes hombres son como los truenos que hacen retumbar la historia” se convierte en una etiqueta muy pesada que realmente pocos pueden cargar. No es el caso de Steve Jobs, al que le queda como anillo al dedo.
La historia del creador del imperio Apple es extraordinaria y no sólo por sus éxitos, por la computadora Macintosh, por el iPod o el iPhone, por la compañía que respira al ritmo de sus cansados pulmones, sino también por el hecho de que resulta la prueba viviente de que, sin importar los cómos, las ideas terminan por imponerse.
Se trata de un verdadero fajador, de esos que caen, una y otra vez, e invariablemente se levantan. Antes de nacer, la vida le lanzó el primer golpe. Su madre biológica, joven universitaria soltera, decidió darlo en adopción y fue la suerte, esa que se viste de coincidencias y avatares, la que finalmente lo colocó en el seno de una familia con más amor que dinero. Aún así, acarició la experiencia universitaria, de la que desistió casi de inmediato; de hecho lo más cercano que estuvo jamás de una graduación, fue cuando apadrinó a una generación de egresados de Stanford.
Cuando tenía 17 años, la vida decidió probar su temple y le lanzó un golpe más: ingresó a la universidad Reed College que suponía, sólo de matrícula, la suma de los ahorros de sus padres adoptivos; no tenía idea de que hacer ni siquiera una vocación clara, por lo que seis meses después claudicó. Ese mismo año leyó una frase que le marcó la vida: “Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón” y también se enamoró de la bella caligrafía con que se redactaban los boletines y anuncios en el campus. Dos puntos que después se habrían de unir para trazar la senda de su éxito.
A los 20 años, en la cochera de su padre, creó Apple y 10 años después empleaba a 4 mil personas y facturaba miles de millones de dólares. Y entonces la vida, de nuevo, lo golpeó en la testa. Cuando tenía 30 años, poco después de marcar un hito en la historia de la computación con su famosa Macintosh fue despedido de la empresa que creó. Steve recuerda: “De la noche a la mañana, lo que había sido el centro de toda mi vida adulta se había ido, y fue devastador; ¿cómo te pueden echar de la empresa que tú has creado?”. Bueno, eso fue precisamente lo que sucedió.
Es la historia de lo extraordinario, de los puntos que se van uniendo, de las ideas que buscan cualquier resquicio para aflorar: En los siguientes cinco años creó las empresas NeXT y Pixar (donde se produjo el primer largometraje animado por ordenador, Toy Story, y es ahora el estudio de animación más exitoso). El mundo dio dos vueltas, Apple compró NeXT, Steve Jobs regresó a Apple y la compañía, su compañía, volvió a florecer.
Pero cuando la vida se decide, media docena de golpes no bastan. Fue diagnosticado con cáncer de páncreas y su médico le recomendó ir a casa y prepararse para morir. Y Steve lo hizo, a su manera, con la convicción de que nunca se está más vivo que en el umbral de la muerte… hasta que una biopsia reveló que padecía una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede operar. Los meses se convirtieron en años.
Hoy el carismático y complejo Jobs anuncia que se retira temporalmente de su compañía, ya que padece una extraña enfermedad hormonal que le obliga al reposo.
Seguramente en su cama debe recordar las palabras con que motivó a esa generación de egresados de Stanford: “Su tiempo es limitado, no lo gasten viviendo la vida de otro. No se dejen atrapar por el dogma (que es vivir según los resultados del pensamiento de otros). No dejen que el ruido de las opiniones de los demás ahogue su voz interior. Y lo más importante, hay que tener el coraje de seguir a nuestro corazón y nuestra intuición; de algún modo ellos saben qué eres realmente y todo lo demás resulta secundario… por siempre sigan hambrientos, sigan insensatos”.
Esas palabras suenan a legado; ya son muchos golpes, tal vez demasiados, aún para Steve Jobs.
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