por el amante imaginario.
Y fue entonces cuando me di cuenta de cuál había sido siempre mi equivocación: para enamorar a una mujer tienes que estar dispuesto a arriesgarte a perderla.
Y fue entonces cuando me di cuenta de cuál había sido siempre mi equivocación: para enamorar a una mujer tienes que estar dispuesto a arriesgarte a perderla.
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