José MussePublicado
02/01/2005
En los dos últimos años han ocurrido dos trágicos incendios en dos discotecas latinoamericanas. “Utopía” en Lima y “República de Cromagnon” en Buenos Aires. No se me ocurre mejor nombre para ambas, pues parecen guardarnos un mensaje subliminal propicio para la quema rápida. En ambas discos existen similitudes que vale la pena resaltar. Ambas funcionaban al margen de la legalidad, pero lo más importante y que vale la pena resaltar y subrayar hasta el agotamiento, es que ambos enfrentaron pequeños fuegos que advertían de la precariedad de la situación. Por cierto, fuegos acrobáticos en “Utopía” iniciados por el barman y en “República de Cromagnon” festivos, iniciados por un cliente.
Todo fuego intencional en interiores cerrados, están restringidos de realizarse en la mayoría de países y cuando es imprescindible efectuarse se hace con bomberos en la retaguardia con mangueras cargadas y luego de una exhausta evaluación arquitectónica, preparación y acondicionamiento del sitio. Seguramente sin público para lograr la autorización. En Las Vegas he visto muchos espectáculos pirotécnicos, con fuegos a gas propano controlados por computadoras y varios sistemas de seguridad alternos y brigadas de socorristas escondidos, listos para actuar. Me parece que Shakira en “El Tour de la Mangosta” usó fuego, él que se resumía a imágenes previamente digitalizadas y presentadas en pantallas gigantes en el escenario.
Para los que crean en castigos divinos y destinos fatales, karmas y se llenen la boca hablando de Dios enojado, debo decirles que en la teoría de Thord y Fletcher sobre casuística y probabilidad de accidentes solo estos dos incidentes de fuego, eran por sí solos preavisos de lo que sobrevendría. Allá los que no quieren escuchar y oír, y son más ciegos que los ciegos y más sordos que los sordos. Los ingredientes se han repetido por no decir clonado a tal modo que más que casual parece trasferencia tecnológica. Para empezar. Sobre carga combustible, principalmente en el decorado interior. Nulidad de un sistema contra incendios, esto es, considerar los rociadores automáticos como la principal defensa y no a los extintores manuales (“matafuegos” como le llaman los argentinos). Vías de escape inadecuadas. Es decir, clausuradas, bloqueadas o inexistentes. Y, lo más grave, sobre carga poblacional, con el agregado de niños en el caso argentino. Todo esto se convierte en el listín del menú ideal para la mejor parrillada de carne humana. ¿Qué hacer para evitar se produzcan casos tan lamentables? Cumplir las normas, nada más, aunque si se quiere algo más, recomiendo exceder las normas de seguridad. Eso hace la diferencia entre empresarios y mercachifles.
Ahora que todos hablan de la falta de una “cultura de seguridad”, por mi experiencia de 20 años en los servicios públicos y privados de emergencia puedo decirle que esto solo se puede lograr con resultados espectaculares en los niños. Una generación que crezca en casas donde haya extintores y detectores de humo, hace imposible que de adultos no lo asimilen como parte elemental de la vida y la exijan en su trabajo, centros de diversión y los hogares que ellos mismos construirán. Antes de indignarnos más con la paja ajena. Miremos los interiores de nuestros hogares, nosotros como ciudadanos podemos cambiar la historia de las tragedias. Antes de comprar un nuevo televisor de 400 dólares pensemos un instante, que con 30 dólares podemos hacer más segura nuestra vida. Y, es que mientras no modernicemos nuestro pensamiento ni apostemos por civilizarnos, cumpliendo normas básicas, seguiremos siendo las mismas víctimas de un mundo cavernícola o peor, engañándonos utópicamente que con nosotros no es. (*):
Site del autor: www.josemusse.com
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