Pues hoy corresponde en BenFiles hablar de aquel rebelde soñador llamado el Ché.
La Habana. - Aventurero, romántico e idealista para unos, intransigente y violento para otros, la figura del Ché desata aún encendidas polémicas, aunque defensores y detractores reconocen que se ha convertido en un mito para millones de jóvenes, especialmente entre la izquierda latinoamericana.
Pese a los cuarenta años transcurridos desde su muerte, no hay movilización juvenil o protesta antigloblización que no evoque la figura del Ché como símbolo de rebeldía.
Pocos podían imaginar que un médico argentino, nacido en el seno de una familia acomodada y asmático desde su infancia, llegara a convertirse en una leyenda revolucionaria tras ser ajusticiado en Bolivia en 1967.
El viaje en motocicleta que realizó a los 23 años, junto con su amigo Alberto Granados, le permitió descubrir el continente, desde Argentina, Chile y Perú, hasta Colombia y Venezuela.
En 1953 puso rumbo a Guatemala, donde se incorporó al Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista) y vivió el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz provocado por Estados Unidos.
La caída de Arbenz tuvo una fuerte influencia en el pensamiento político de Guevara, que abandonó Guatemala y se trasladó a México tras la invasión de las tropas de EEUU.
Fue en Ciudad de México, en 1955, donde conoció al joven Fidel Castro, que preparaba desde el exilio la expedición del yate Granma con la que iniciaría la revolución en Cuba.
La sintonía política y personal que se estableció entre ambos llevó a Guevara a sumarse a la aventura de Castro para derrocar al dictador Fulgencio Batista.
Sin embargo, no fue Cuba su último puerto. Tras el triunfo de la revolución, y después de hacerse cargo del Banco de Cuba y del Ministerio de Industria, comenzó a gestar la idea de lanzar una "revolución continental" que quiso estrenar en Bolivia.
Arropado por medio centenar de guerrilleros cubanos, argentinos, peruanos y bolivianos, Guevara combatió en la clandestinidad en 1966 en las montañas de Bolivia, pero sus tropas fueron mermadas y fue capturado por el ejército boliviano el 8 de octubre de 1967 en la quebrada de El Churo, en el centro del país, y ejecutado un día después.
Nacía así el mito del Ché.
"Me siento patriota de América Latina, de cualquier país de América Latina, en el modo más absoluto, y tal vez, si fuera necesario, estaría dispuesto a dar mi vida por la liberación de cualquier país latinoamericano, sin pedir nada a nadie", anunció en la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 1964, tres años antes de ser ejecutado en Bolivia.
Desde entonces, su imagen ha sido una constante en las movilizaciones de izquierda de todo el mundo, desde el movimiento zapatista surgido en el estado mexicano de Chiapas, a las sucesivas ediciones del Foro brasileño de Porto Alegre pasando por las protestas contra las reuniones del G-8 donde se dan cita los mandatarios más poderosos.
Algunas de las consignas que se le atribuyen –“es preferible morir de pie que vivir de rodillas” y “seamos realistas, hagamos lo imposible”, entre las más populares - han quedado como lemas en el repertorio de la izquierda latinoamericana.
“Me he sentido guatemalteco en Guatemala, mexicano en México, peruano en Perú, como me siento hoy cubano en Cuba, y naturalmente como me siento argentino aquí y en todos los lados, ese es el estrato de mi personalidad, no puedo olvidar el mate y el asado”, dijo en enero de 1959, poco después del triunfo de la revolución cubana.
Y Argentina tampoco no ha olvidado ese "estrato" de la personalidad del Ché, que 40 años después de muerto es considerado por sus compatriotas como el mayor político y personaje histórico del país del siglo XX, por delante de otro icono argentino, Evita Perón, de acuerdo con una reciente encuesta.
La vocación de trotamundos de Guevara le permitió tener una dimensión de América Latina “no académica, no teórica, no política abstracta, sino desde abajo”, en palabras del escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II, para quien la “irreverencia” del Che ha sido un factor fundamental para que su figura haya resistido al desgaste del tiempo.
“El Che era aventurero en el sentido de poner por delante el riesgo y no el cálculo en el riesgo, romántico al poner por delante la visión del deber ser a la racionalidad del es, y vagabundo en el sentido de que le picaba el culo debajo del asiento”, aseguraba recientemente el escritor mexicano, autor de una de las más importantes biografías del Ché.