lunes, abril 10, 2006

Ludwik Margules

Se apagó la pipa de un maestro

Lucina Jiménez
El Universal
Jueves 09 de marzo de 2006

La deuda mexicana

Descansa el maestro por excelencia del teatro mexicano. En 2003, Margules recibió por fin el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Con ello se pagaba un poco de la enorme deuda que México tiene con este creador de origen polaco, nacido en 1933; una deuda de reconocimiento que el país no había cubierto, no obstante las más de cinco décadas de constantes aportaciones al teatro, al cine y a la escena mexicanas, luego de llegar a nuestro país en junio de 1957.

"Por mi sangre corre sangre mexicana, y espero llevarlos hasta que cierre los ojos", dijo Margules en el homenaje que amigos, alumnos, colegas, artistas, investigadores y promotores culturales y miembros de la comunidad artística le rendimos en 2004, a iniciativa de Ángeles Castro, en un Teatro de las Artes a reventar, con aplausos de pie durante largos minutos al Maestro.

Margules vivió la guerra y el exilio en Tadjikistán, conoció ahí el hambre, las pérdidas, la añoranza de un pan, hubo de enfrentarse a la dimensión más repulsiva del ser humano, pero también a la posibilidad de la belleza no de finales felices, sino en la exploración sin concesiones de la condición humana. Con la experiencia de vida en la mano y en el corazón podía hacer salir de un actor o una actriz, lo mejor que encierra en su interior, a partir del trabajo, del rigor.

Margules, el constructor

Margules entregó su vida a diversas instituciones. En el Centro de Capacitación Cinematográfica, Ludwik Margules dio clases más de 25 años. Fue fundador del teatro universitario, formó parte de la última etapa de Poesía en Voz Alta; participó en proyectos destacados del INBA. Fue maestro en el Cenart durante sus primeros 10 años de vida.

Pero su espíritu de constructor fue más allá. Creó su propio espacio para enseñar a hacer teatro a su manera. El Foro de Teatro Contemporáneo formó actores durante muchos años, alumbró el interés de los jóvenes por formarse con el rigor y la irreverencia de Margules.

Sin embargo, y pese a los esfuerzos de sus integrantes, de Lydia su hija, y ante la indiferencia de una sociedad que parece ver el arte y la cultura como desechable, donde esas trayectorias se pueden perder sin más, el Foro de Teatro Contemporáneo desapareció en medio de la enfermedad de Margules y ante la falta de apoyo para dar viabilidad a los espacios autónomos.


El maestro de todos

Margules fue maestro de actores, directores, escritores y cineastas. Con su infalible pipa y su permanente gorra lo cuestionaba todo. Sólo así podría enseñar a narrar, a escribir guión, a construir escenas. Margules le dio al teatro mexicano la oportunidad de la renovación. Fue uno de los artífices del nuevo teatro mexicano contemporáneo, un teatro íntimo, sólido, retador, implacable.

Ludwik era ante todo un sabio. Un ácido crítico de la simpleza, de la chabacanería y de lo superfluo. Se nos fue un maestro puntual, mordaz, irreverente, pero al mismo tiempo cariñoso, aunque también sabía ser fino en su ironía, implacable y perfeccionista.

La escena de Margules

Admirador de la ópera, de Bach, Ludwik Margules veía la escena como un hecho musical, como un acto poético. De otra manera, no tenía razón de ser. El director de escena es como un compositor que debe armonizar y desnudar notas musicales, decía en sus clases, donde enseñaba a componer, a transmitir al espectador, la esencia de lo dicho en trazos vistos con analítica frialdad, pero con una disciplina y una ética a prueba de cualquier cosa.

Durante más de 40 años Ludwik Margules contribuyó a la escena mexicana, pisó todos los teatros, todos los espacios, hasta los más excéntricos. Enseñó, formó jóvenes, ayudó a escenógrafos a entender y construir lo imprescindible.

La intimidad fue para Margules uno de los elementos fundamentales en su trabajo creativo. El sentido de lo humano en la escena podía implicar un golpe, un gesto, una mirada o un movimiento del cuerpo.

La herencia

Todo lo que se diga de Margules es poco, frente a lo mucho que deja para México. Desde la construcción de una nueva teatralidad, hasta la energía de pensar y de crear en quienes fueron sus alumnos, en sus actrices, sus directores de cine.

En los pasillos del CCC se extrañarán sin duda su acento, su risa, su mirada atenta, su crítica implacable, su ácido sentido del humor, el humo de su pipa y su entrañable presencia. "Señor Teatro", somos muchos los que te vamos a extrañar.

Desde donde esté, Margules seguramente estará repitiendo ahora lo que dijo en su homenaje. "No voy a decir que no lo merezco".

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